La machiya 町屋
- Publicado el : 23/03/2025
- Por : C.C.
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Las machiya, las casas tradicionales japonesas de madera, son un elemento arquitectónico emblemático del centro de las ciudades japonesas, sobre todo en Kioto. Apodadas "nidos de anguila" por su forma estrecha y alargada, estas viviendas servían antaño tanto de hogar como de taller para artesanos y comerciantes. Construidas íntegramente con materiales naturales como madera, papel washi y tierra, son testimonio de un saber hacer ancestral hoy amenazado. Ante el reto de preservarlas frente a la modernización, las machiya encarnan un modo de vida sostenible y armonioso que apela a los cinco sentidos. Descubramos juntos su historia, sus características arquitectónicas únicas y su lugar en el Japón contemporáneo.
Origen e historia de las machiya
Las machiya tienen su origen en el periodo Heian (794-1185), cuando Kioto se convirtió en la capital imperial de Japón. En aquella época, el término se utilizaba para designar pequeños y sencillos puestos de mercado. Con el paso de los siglos, estas estructuras evolucionaron hasta convertirse en las machiya que conocemos hoy. Fue especialmente durante el periodo Edo (1603-1868 ) cuando florecieron, convirtiéndose en el modelo dominante de vivienda urbana para comerciantes y artesanos.
El desarrollo arquitectónico de las machiya está ligado en parte al sistema impositivo de la época, que se calculaba en función de la anchura de la fachada y no de la superficie total del edificio. Esta limitación fiscal llevó a los propietarios a construir casas estrechas por delante pero que se extendían profundamente por detrás, creando la silueta característica que les valió el apodo deunagi no nedoko (うなぎの寝床), literalmente "dormitorio de anguila".
Por desgracia, sucesivos incendios y terremotos han destruido gran parte de la antigua machiya. Los grandes incendios de 1708 y 1788 en Kioto asolaron especialmente la antigua capital. Como resultado, en Kioto apenas quedan machiya anteriores a laera Meiji (1868-1912). No obstante, la ciudad aún alberga más de 40.000 machiya, muchas de las cuales datan de este periodo y constituyen un tesoro patrimonial único.
Características arquitectónicas de las machiya de Kioto
Las machiya de Kioto, a menudo llamadas kyo-machiya, tienen un aspecto fácilmente reconocible. Raramente aisladas, están adosadas unas a otras y forman un grupo de viviendas bajo, homogéneo y lineal. Sus estrechas fachadas, a menudo de 5 ó 6 metros de ancho, suelen estar decoradas con una celosía de madera conocida como kimusuko, que crea una fachada discreta y apagada.
La estructura interna de las machiya sigue una organización espacial precisa que va de lo público a lo privado. En la parte delantera está la mise no ma, la habitación dedicada al negocio o taller, directamente accesible desde la calle. Cuanto más se adentra uno en la casa, más íntimos se vuelven los espacios: la naka no ma sirve de transición, seguida de la oku no ma, un espacio privado o sala de recepción para los clientes importantes. Esta última habitación suele albergar el tokonoma, una alcoba decorativa donde se exponen objetos de arte y arreglos florales de temporada.
Un largo pasillo lateral llamado tori niwa comunica la entrada con las habitaciones más alejadas. En este pasillo se encuentra la cocina, que suele ser de barro. Las habitaciones están separadas por shôji o fusuma, puertas correderas típicamente japonesas que permiten modular el espacio de forma flexible según las necesidades.
En la parte trasera, el punto culminante de la visita, se encuentra el jardín en miniatura, elemento esencial de toda machiya. Especialmente cuidado, proporciona la luz necesaria a la casa, compensando su falta de aberturas laterales. Este jardín suele estar delimitado por el hanare, un espacio contiguo que puede utilizarse como lugar de descanso para los ancianos o como taller adicional.
Viviendas ecológicas con materiales 100% naturales
Las machiya que vemos hoy en Kioto están construidas con materiales 100% naturales. Esto las convierte en verdaderos modelos de vivienda ecológica, mucho antes de que esto se convirtiera en una preocupación mundial. La madera es el componente principal de la estructura, complementado con tierra, paja, bambú y papel washi.
La construcción tradicional de las machiya se basa en técnicas de ensamblaje sin clavos, en las que las piezas de madera encajan a la perfección. Este método, conocido como shiguchi, atestigua la excepcional habilidad de los artesanos japoneses y confiere a los edificios una flexibilidad especialmente adecuada a los movimientos sísmicos.
En el espíritu japonés de respeto a los ciclos naturales, el mantenimiento de las machiya tuvo en cuenta el ritmo de crecimiento de los materiales. Como explica el arquitecto Matsui Kaoru: "La paja, por ejemplo, se produce cada año. Para respetar su ciclo de producción, se sustituyó cada año Para el kôzo (morera de papel), el mitsumata (arbusto de papel) y el bambú, se necesitaban unos tres años entre sustituciones.
Un aspecto especialmente destacable de este sistema es que no se perdía nada: los materiales sustituidos se quemaban como combustible en el fogón de la cocina, y las cenizas, que también eran naturales, podían ser utilizadas por los agricultores vecinos como abono. Este ciclo natural constituía un modo de vida ecológicamente sostenible, mucho antes de la aparición de las preocupaciones medioambientales modernas.
Ingenio climático: gestión de la luz, el aire y la humedad
Las machiya revelan un asombroso ingenio para gestionar las condiciones climáticas, especialmente en los veranos calurosos y húmedos de Kioto. Lejos de ser tan oscuras y frías como cabría esperar, utilizan mil y un trucos para optimizar la circulación del aire y la luz natural.
El método de construcción shinkabe-zukuri (真壁造), en el que los pilares de madera quedan a la vista en los laterales de las paredes de yeso, desempeña un papel crucial en la regulación de la humedad. "La humedad puede mantenerse en torno al 50% o 60% durante todo el año", explica Matsui Kaoru. "Incluso con un clima muy húmedo en el exterior, digamos en torno al 80%, las machiya están diseñadas para bajar ese nivel" Cada pilar expuesto puede absorber hasta medio litro de humedad, lo que permite que la casa en su conjunto "respire".
Las anchas cornisas también están diseñadas para proteger del sol del verano, al tiempo que permiten que los rayos más bajos del invierno lleguen al interior de las habitaciones. Laengawa, una especie de veranda adyacente al patio interior, crea una bolsa de aire que actúa como aislante natural durante todo el año.
Las ventanas abuhardilladas (tenmado) tienen una doble función: dejan pasar la luz a través del tejado y permiten que escape el calor. La práctica del uchimizu, que consiste en rociar con agua el suelo exterior en verano, crea una pequeña bolsa de aire fresco que se introduce en la casa a través del patio abierto, generando una brisa refrescante.
Todas estas características convierten a las machiya en verdaderas obras maestras de la adaptación climática pasiva, capaces de mantener un cierto nivel de confort interior sin recurrir a las modernas tecnologías devoradoras de energía.

Avenida bordeada de machiyas en Kanazawa
Capucine Choiral
Resistencia sísmica Machiya: flexibilidad y adaptabilidad
En un país tan propenso a los terremotos como Japón, la resistencia sísmica es un aspecto crucial de cualquier construcción. Contrariamente a las apariencias, las machiya demuestran una notable capacidad para resistir terremotos gracias a su diseño único, que difiere mucho de los enfoques modernos que hacen hincapié en la rigidez.
Como las casas normales, las machiya se construyen con vigas y columnas. Pero también hay hileras de juntas nuki, similares a las correderas horizontales que atraviesan los pilares de los pórticos torii de los santuarios sintoístas. También hay multitud de piezas de madera cruzadas vertical y horizontalmente, pero casi ningún material de contrafuertes diagonales.
Estas características, que podrían parecer debilidades según los estándares de la arquitectura moderna, son en realidad los puntos fuertes de su resistencia sísmica. Las machiya ofrecen poca resistencia, lo que les permite absorber y dispersar la energía de los terremotos. Como explica Matsui Kaoru: "Los muros de tierra son rígidos, pero pueden absorber terremotos moderados. En el caso de temblores mayores, hay suficiente facilidad de movimiento en el armazón de madera y las juntas para dispersar la energía sísmica"
Un aspecto especialmente ingenioso es que el edificio descansa simplemente sobre unos cimientos de piedra, con un hueco entre ellos. Esta característica permite que la machiya "se disocie de la subestructura en caso de terremoto importante", aislando así la mayor parte de la fuerza sísmica. La machiya ofrece así una triple protección: resistencia para terremotos de intensidad media, flexibilidad para grandes sacudidas y aislamiento de la base para evitar un impacto sísmico devastador. Este enfoque suscita actualmente un gran interés en el mundo de la arquitectura contemporánea, siempre a la búsqueda de soluciones antisísmicas eficaces.
Organización espacial y filosofía de vida
La organización espacial de las machiya no es casual, sino que refleja una profunda filosofía de vida japonesa en la que la relación entre el espacio, la naturaleza y las personas está cuidadosamente pensada. El concepto de "ma" (間), que se refiere al espacio vacío y al ritmo arquitectónico, desempeña un papel central en este diseño.
La separación entre espacio público y privado es fundamental en la disposición de una machiya. "El lado de la fachada que daba a la calle era el punto de entrada en contacto con la sociedad; la parte trasera del edificio, con su patio interior, permitía la comunión con la naturaleza", explica Matsui Kaoru. "El tiempo pasa de forma diferente según estés en la parte de la calle o en la parte trasera de la casa. En la tienda, hay normas y plazos que respetar, pero alrededor del patio, nada de eso; te conviertes en el dueño del tiempo"
Esta progresión gradual hacia la intimidad se refleja en el uso de los materiales y la percepción sensorial de los espacios. El uso de materiales naturales hace que "nuestros oídos estén más atentos al más mínimo ruido y a los diferentes juegos de luces y sombras", ayudándonos a aclimatarnos a la suave luz que se filtra a través del shôji, a la calidez que emana de los muros de tierra y de los pilares expuestos.
Las habitaciones japonesas son por naturaleza intercambiables y multifuncionales. Una misma habitación puede utilizarse como despacho durante el día y transformarse en dormitorio por la noche, gracias a un sistema de puertas correderas y futones que se despliegan según las necesidades. Esta flexibilidad del espacio, característica de las machiya, encarna un enfoque minimalista de la vida, donde sólo se guarda lo esencial y se optimiza cada centímetro cuadrado.
Como resume con elegancia Matsui Kaoru: "En una machiya hay algo intemporal, capaz de despertar nuestros cinco sentidos a la vez. Este sencillo edificio tiene el poder de ayudarnos a nosotros, meros humanos, a mantener los pies en el suelo a pesar de los cambios sociales cada vez más rápidos."
Conservación y renovación: las machiya ante los retos contemporáneos
A pesar de su valor patrimonial y su ingenio arquitectónico, las machiya se enfrentan a grandes retos de conservación. En Kioto, el número de machiya ha descendido de 47.735 en 2008-2009 a unas 40.000 en la actualidad, y la tendencia continúa. Hay muchas razones para este declive: los altos costes de mantenimiento, la escasez de artesanos cualificados, la presión del mercado inmobiliario y el deseo de modernidad de las generaciones más jóvenes.
Afortunadamente, desde hace unos quince años ha resurgido el interés por estas casas tradicionales. Están surgiendo iniciativas privadas y públicas para salvaguardar este patrimonio. En Kioto, se ha creado el fondo Machiya Machizukuri para ayudar económicamente a los propietarios que deseen renovar sus casas. Arquitectos apasionados como Matsui Kaoru trabajan activamente para restaurar estos edificios adaptándolos a las necesidades contemporáneas.
Renovar una machiya es un proceso delicado que requiere conocimientos específicos. Se tarda unos 10 meses por casa en completar un trabajo de calidad, empezando por una inspección de la propiedad, luego se desmonta el edificio para separar lo que se puede reutilizar de lo que no. A continuación se refuerzan los cimientos, se reparan el tejado y las paredes y, por último, se diseña el interior.
Muchas machiya se convierten ahora en tiendas, restaurantes, cafeterías o pensiones abiertas a los turistas. Esta nueva vocación permite a un público más amplio descubrir el encanto y la atmósfera única de estas casas tradicionales. Establecimientos como la casa machiya de Kioto ofrecen la oportunidad de experimentar el auténtico estilo de vida japonés.
En Nara, el distrito de Naramachi y sus machiya albergan Naramachi Koshino Ie, una casa tradicional abierta a los visitantes. En Kanazawa, el distrito de geishas HigashiChayagai alberga machiya conservadas, incluida la casa Shima, catalogada como importante patrimonio japonés.
Lograr un equilibrio entre la conservación auténtica y la adaptación a las necesidades modernas sigue siendo el principal reto para salvaguardar las machiya. Como subrayan las personas implicadas en este campo, el objetivo no es convertir estas casas en museos congelados en el tiempo, sino permitir que sigan viviendo respetando su esencia y su historia. En esta acertada fusión de tradición y modernidad reside el futuro de las machiya japonesas.